Agitado, revuelto, sucio... extra sucio… mejor aún, guarrísimo, independientemente de cómo te guste -incluso si no te gusta nada-, no puedes negar la elegancia clásica de un martini. Pero, ¿de dónde viene esta bebida y quién fue la primera persona que decidió mezclar ginebra, vermut y piel de limón? Para llegar al fondo de la cuestión tendrá que viajar al metro de Nueva York.
Si alguna vez se ha encontrado deambulando por la estación de metro de Times Sq-42 St, es posible que haya pasado por delante de una discreta puerta gris con la palabra «Knickerbocker» sobre ella, en la vía 1 del transbordador S. Hoy la puerta permanece cerrada, aunque hace unos 125 años conducía a un bar del Hotel Knickerbocker.
El bar del Hotel Knickerbocker era uno de los lugares más glamurosos de la ciudad a principios del siglo XX, y es aquí donde algunos historiadores del cóctel creen que se inventó el martini. Cuenta la leyenda que el barman Martini de Arrma di Taggia sirvió la bebida a partes iguales de ginebra y vermut seco a John D. Rockefeller a principios del siglo XX. Por supuesto, otros clientes ricos y famosos también bebieron este cóctel, como el cantante de ópera Enrico Caruso y F. Scott Fitzgerald, autor de la famosa novela de 1925 El Gran Gatsby ( actualmente en Broadway).
Pero ésta no es la única teoría, y el origen exacto del martini no está claro. Algunos dicen que lo inventó en la década de 1860 el barman Jerry Thomas en el Hotel Occidental de San Francisco, mientras que otros afirman que lo inventó un barman del Richelieu’s Saloon de Martinez, California, para compensar a un minero que pasó por allí y se quejó del precio de una botella de whisky.
En cuanto a nosotros, preferimos creer que sus orígenes se remontan al Knickerbocker Hotel. Y aunque la Edad Dorada y el propio bar ya han pasado, el Hotel Knickerbocker sigue en pie en Times Square, con martinis, por supuesto. Los visitantes que se dirijan a la cuarta planta encontrarán el Martini Lounge del Charlie Palmer Steak IV, donde podrán saborear todos los martinis que deseen.
Otras creaciones icónicas originarias de Nueva York son los huevos benedictinos, los cosmopolitans, el sándwich de helado, la mula de Moscú, los nudos de ajo y, por supuesto, el Manhattan. Por algo Nueva York ha sido nombrada una de las mejores ciudades gastronómicas del mundo.